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¿Cómo vivir el Camino de Santiago?

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¿Cómo vivir el Camino de Santiago?

Vivir el Camino de Santiago es impresionante, es algo que cada persona lo hace de una manera especial y propia, pero sin duda es una experiencia única que hay que disfrutar al máximo y exprimirla todo lo que se pueda porque al final es una vivencia más, y es lo que te llevas. 

Hay mil formas de planificar este tipo de viaje, y todas son correctas, no hay mejores ni peores, simplemente cada persona decide como hacerlo, porque es un viaje diferente, singular y muy versátil. Partimos de que hay muchos caminos donde elegir para empezar tu andadura: el francés, portugués, inglés, primitivo, entre otros, pero todos tienen el mismo final: SANTIAGO DE COMPOSTELA.  

Pero, ¿cuáles son esas formas de hacerlo?

–   Caminando, en bici, corriendo o a caballo.

– En solitario, hay infinidad de personas que quieren hacer este viaje solo, para reencontrarse a sí mismo, en un recogimiento interior. Aunque es verdad que nunca estás solo, conoces mucha gente en esos caminos que te acompañan en tu aventura. 

– En grupos organizados de amigos, parroquias o familias con niños. 

– Como peregrino con mochila al hombro y durmiendo en albergues públicos o privados. 

Peregrinos sin mochilas, utilizando un servicio de traslado de las mochilas al lugar de destino cada día,  por lo que vas caminando sin peso en el cuerpo y durmiendo en hostales u hoteles. 

– En grupos con un coche escoba que ayuda a los peregrinos a trasladar las mochilas y lleva avituallamiento en todo momento. 

– En grupos acompañados por un guía que va interpretando esos caminos, explicando las rutas, los monumentos, los pueblos, etc. 

En cuanto a las motivaciones para realizarlo, también son infinitas. Desde el medievo, los peregrinos realizaban el Camino por un tema religioso, espiritual, pero con el tiempo ha ido cambiando, y ahora le añadimos también la parte más social, cultural o incluso gastronómica.  Hacer amigos, conocer gente, degustar un buen plato típico de la zona norte, hacer turismo o simplemente disfrutar de los paisajes y el mar, son razones suficientes para tener en mente hacer el Camino de Santiago

 

En este post, me gustaría contar mi reciente experiencia en el Camino de Santiago. No iba sola, iba con una gran amiga, Esperanza Santos de Gracia y para nosotras ha sido un viaje especial, que nos ha marcado muchísimo. Coincidimos que engancha, y aunque han sido días de etapas muy largas, duras, de enormes caminatas, de magulladuras, ha sido muy reconfortante y de grandes emociones para las dos. 

Desde el mes de Enero hemos estado planeando nuestro viaje con una ilusión tremenda, las dos juntas, porque sentíamos que necesitábamos realizarlo este año si o si, y después de darle muchas vueltas decidimos realizar el Camino Inglés, con cinco etapas, unos 114 kilómetros desde Ferrol hasta Santiago. 

El domingo día 25 de septiembre arrancábamos el coche desde Ciudad Real dirección La Coruña y ahí nos dimos cuenta que nuestra experiencia más humana del año daba comienzo. Íbamos tan contentas que nada podía estropear nuestro viaje, y así fue sin duda alguna. Nos esperaban muchos días por delante llenos de magia, alegría y mucha conexión entre nosotras. 

Hemos sido peregrinas con mochila al hombro con bastante peso y de dormir en los albergues públicos que hemos encontrado en cada etapa. Era lo que queríamos, disfrutar el camino así, de esta forma, fue nuestra elección.

 

¿Qué nos deparaba de bueno este viaje? Teníamos por delante cinco etapas, las que marcan y recomiendan en el Camino Inglés, comenzando en el Ferrol y acabando en Santiago.

– Ferrol-Neda (17 kms)

– Neda-Miño (25 kms)

– Miño-Bruma (30 kms)

– Bruma-Sigüeiro (25 kms)

– Sigüeiro-Santiago de Compostela  (17 kms)

 

Rutas sobre rías, campos, pueblos con un encanto especial, carreteras y aldeas, con paisajes que se quedan en nuestras retinas y con olores muy característicos a tierra mojada, a madera, a lumbre o a lilas, a muchas cosas. Unas etapas más largas, otras con menos kilómetros, con cielos que nos acompañaban preciosos, con unos colores impresionantes y una gente maravillosa.

¡El camino es especial, único!

Durante las tres primeras etapas prácticamente fuimos solas en los inmensos caminos, no nos cruzamos con otros peregrinos hasta que llegamos al municipio de Bruma, que ahí fue donde ya si coincidimos mucha gente ya que es el punto de unión con el camino francés y las dos últimas etapas ya estaba todo mucho más concurrido. 

En cuanto a los albergues, hemos de decir que les hemos puesto un punto verde a prácticamente todos. Muy limpios, muy bien cuidados, económicos y donde nos han dado una acogida increíble. Recordamos con gran cariño la llegada al albergue de Miño, ya que después de una etapa de muchos kilómetros y una última subida muy empinada que no encontrábamos el final, Alberto, nos recibió con un ¡está todo completo!. Nuestra cara cambió de golpe y dijimos: ¡nooooooooooooo! pero enseguida comenzaron las risas entre nosotros, nos dio una bienvenida super cariñosa y estuvimos hablando hasta prácticamente la hora de cierre del albergue. ¡Gracias Alberto!

 

Esas flechas amarillas han marcado nuestro camino todo el tiempo y esa concha era lo que siempre nos tenía orientadas en nuestras etapas. Un camino muy bien señalizado y lleno de sorpresas. En mitad de la nada aparecían puestecitos con productos artesanales (pulseras, colgantes, llaveros, etc) elaborados por alguien que no se sabe la identidad. Podías coger uno de ellos, dejando tu voluntad y una cesta de manzanas que en esos momentos, te ayudaban a tomar fuerzas para seguir.

La sonrisa no ha faltado en nuestras caras, hemos hecho un camino cantando, bailando, compartiendo confidencias, llorando, hablando, grabando un programa de radio y de televisión, tomando fotos desde todos los ángulos, captando estampas que siempre recordaremos, conociendo gente de toda España con los que hemos compartido bizcochos, risas y tramos de nuestro camino. ¡Nos quedamos con todo esto! Y con la comida de los diferentes bares, cafeterías y restaurantes que nos han brindado lo mejor que tenían: la tortilla de patatas de Betanzos, nuestros maravillosos desayunos, el caldo gallego, el pulpo, los san jacobos caseros del primer día que nos supo a gloria, el bocata tan rico que nos prepararon de lomo asado con queso… ¡uhmmmmm rico rico todo!

 

Y por fin, nuestra llegada a Santiago de Compostela fue muy esperada. Yo iba con una fascitis plantar importante en uno de los pies y apenas podía caminar desde la cuarta etapa. A día de hoy todavía me pregunto cómo conseguí llegar a meta, pero lo logré, gracias a los ánimos de Esperanza, sus abrazos y su vitalidad, que me ayudaron sin duda a poder alcanzar la Plaza del Obradoiro de la Catedral de Santiago. Fue emocionante, lo primero que hicimos al llegar allí fue soltar la mochila (aunque formaba parte de nuestro cuerpo a esas alturas) abrazarnos y llorar, llorar mucho, y sentirnos afortunadas de haber vivido esta experiencia tan inolvidable, que empezamos y terminamos juntas, de la mano y con ganas de volver. 

¿Qué nos había quedado por vivir en el Camino? Nada, fue todo maravilloso, y a pesar de las fuertes lluvias que tuvimos o las heridas en los pies, nunca nos faltaron los ánimos de la una con la otra. Es lo mejor que me llevo de este viaje, el hacerlo con ella, con Esperanza y con la gente que nos hemos encontrado en estos días, que ha sido lo más con nosotras, nos han tratado con un cariño desbordante y nos hemos sentido queridas en todo momento. Eso no tiene precio, así que Querido Santiago, el año que viene nos volvemos a ver, mientras tanto, ¡Buen camino a todos!

Ultreia y Suseia. 

 

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