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Abel Banda Andújar,dándole a la escritura la importancia que se merece.

Abel Banda Andújar, dándole a la escritura la importancia que se merece.

1. Queremos conocerte. Cuéntanos un poquito de ti. 

Pues soy madrileño de nacimiento. Soy el pequeño de cuatro hermanos y sufridor de sus travesuras. Durante más de veinte años, he estado trabajando para un banco, ocupando varios puestos y siendo subdirector de sucursal en los últimos nueve. Hicieron un ERE en enero de 2022, y fui uno de los 1900 empleados que fueron despedidos.  

Soy minimalista y me siento muy orgulloso de llevar una vida así, sin altas pretensiones ni lujos, pero mucho más feliz. Cambié la parte mala de la situación de desempleo ―con ayuda del minimalismo― en la que nunca había estado, y lo aproveché en algo productivo que tenía dormido en mi interior desde hacía muchos años. Y aquí estoy. En menos de dos años, ya he publicado cinco novelas y tengo la sexta a la mitad. 

2. ¿Cómo surgió la idea de escribir? 

Desde muy pequeño me ha gustado mucho leer. Cuando leía, sentía que yo también quería escribir un libro. En muchas ocasiones intenté hacerlo, pero la falta de tiempo me lo impidió. En este momento, después de haber pasado por un proceso duro de los que nos pone la vida por delante, he tenido la oportunidad de hacerlo. Más que oportunidad, ha sido un regalo que he querido aprovecharlo al máximo y del que me siento muy orgulloso. Siempre he sido muy creativo y autodidacta, de mente muy curiosa e inquieta, con lo cual, escribir es una forma de vía de escape para muchas cosas. 

3. Además de los géneros sobre los que escribes. ¿Te atrae alguno más? 

Pues el primer libro que empecé a escribir fue un libro romántico. Pero me he dado cuenta de que donde me encuentro más cómodo, es escribiendo misterio y thrillers. Me veo incapaz de escribir algo de fantasía o ciencia ficción ―aunque nunca me he puesto con ello―, pero no estoy seguro de que saliera algo bueno. 

4. ¿tienes alguna inspiración, ya sea personal, elemento o situaciones que lleves dentro para plasmarlo en el papel, o simplemente es pura imaginación? 

 Sí. Me gusta basar a mis personajes en personas reales de mi día a día, desde una hermana a algún amigo o incluso en el marido de una antigua compañera de oficina. Creo que se ven más naturales y realistas, aunque luego cada uno lleva su parte ficticia. Referente a la historia en sí de la novela, surge sola en el momento más inoportuno, como suele ser lo habitual, pero en cuanto escribes esas primeras palabras, todo fluye después. 

5. Supongo que como todos tienes tus prioridades. Cuéntanos quiénes son tus autores favoritos, y si alguno de ellos es un espejo en el que te quisieras reflejar. 

Nunca me he considerado fan de nadie ni he tenido algún escritor favorito en concreto. Me ha gustado coger lo mejor de cada uno, ya que hay mucha diferencia en sus formas de escribir. De decir uno, me decantaría por Stephen King, ya que su escritura es muy cercana y se adapta a cualquier nivel cultural. También, como es lógico, por su enorme imaginación creativa. Lo mismo me ocurre con Agatha Christie, que de no tener estudios, consiguió convertirse en una reina indiscutible en el género del misterio. 

6. ¿Te has planteado alguna vez escribir sobre otro género? 

Siempre me he sentido cómodo con el terror o el género «slasher», pero sí, quise salir de mi zona de confort escribiendo mi última novela «La chancla voladora», muy diferente a lo que llevaba publicado. Una novela de humor, contada a través de los ojos de un niño de once años con una imaginación desbordante. 

7. ¿Cuál es tu meta dentro del maravilloso mundo de la literatura? 

Soy demasiado humilde, creo. Mi meta era experimentar lo que se siente al tener en las manos un libro publicado, y fue maravilloso, la verdad. Bien es cierto, que me encantaría que mucha gente se leyera mis novelas y leer reseñas de lo que les ha parecido. Creo que de las buenas y de las malas, se puede sacar algo que me ayude a mejorar. Otra meta, que más bien, sería una ensoñación, sería de poder vivir de las ventas de mis libros; eso sería algo indescriptible… 

8. ¿Dejarías algún consejo para las personas que se quieran iniciar en la escritura? 

Que sean ellos mismos. Que escriban lo que realmente quieran escribir, aunque el género no esté de moda o no sea lucrativo. No forzar la maquinaria ni pretender ser un «King» o una «Rowling». Puedes inspirarte en ellos o tomarlos como maestros, pero no, intentar ser ellos, porque son únicos. Leer tu obra una y mil veces, sin correr; tomando el tiempo que haga falta, pero sin hacer pausas demasiado largas. Que se lo tomen en serio y que cuando lo escriban, no piensen que solo lo leerán sus personas más cercanas. Que dejen su huella personal en cada novela. 

9. ¿Tienes alguna experiencia divertida o no, que hayas tenido o tengas durante el proceso de la escritura de tus obras? 

Pues lo más divertido que he tenido cuando he escrito, ha sido con La chancla voladora. Yo mismo me partía de risa, viendo en mi mente las imágenes de lo que ocurre en cada capítulo como si fuera una serie de televisión. Es una novela muy payasa, la verdad. 

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10. ¿Nos quieres mostrar algo sobre lo que escribes? 

Pues puedo poner, un comienzo breve de mis novelas. 

La chancla voladora. 

Junio de 1988. 

En un pueblo perdido del interior de España, recién levantada y, histérica como siempre, Patricia entró pisando fuerte aquella mañana en la habitación de su hijo pequeño. Esa mujer no sabía lo que era vivir en silencio o en estado de relajación aparente. Parecía que necesitaba rodearse de cierto bullicio a su alrededor para sentirse con algo de vida. 

Pero su exceso de vitalidad, que desprendía por doquier, era repercutido por todo aquel que estuviera cerca de ella. 

Aunque su desparpajo y brío eran algunas de sus muchas cualidades, otra de las que tenía muy arraigadas era, que algo maligno que vivía en su interior, le hacía levantarse por las mañanas más cabreada que un Guardia Civil con bigote trabajando en domingo. 

Subió la persiana de la ventana de manera estrepitosa, sin reparar en el ruido que provocaría, con tal de despertar al pequeño Sebastián de su profundo sueño. La luz de la mañana procedente del exterior inundó por completo la desordenada habitación, mientras el pequeño y redondeado Sebas, se tapaba los ojos con ambas manos para no quedarse ciego de manera fulminante provocado por el bofetón luminoso que había generado su madre con semejante acto de crueldad diabólica. ― ¡Joé, mama! ―Gritó a su madre mientras ella terminaba de abrir las hojas de la ventana de par en par para ventilar aquella leonera y sin dejar de disparar palabras por su boca como si fuera una metralleta de carne y hueso sin intención alguna de parar. 

―Ni mama, ni papa ―le contestó ella con un elevado chillido, que no venía a cuento, mientras se volvía a recoger el pelo en una especie de gurruño sujeto por un lápiz que se había desprendido a causa de la gran gesticulación que acostumbraba a hacer con su cuerpo cuando se encontraba tensa y de mal humor. Es decir…, casi siempre―. ¡Qué tienes que ir a clase, niño! ―Continuó hablando rabiosa. 

Mientras Alicia duerme 

Entró despacio en la habitación del niño y se dirigió hacia su cama con pasos lentos y muy cortos para evitar que se despertara. La oscuridad lo envolvía todo. Ella parecía tener cierto miedo a llegar hasta el pequeño que estaba dormido. Se quedó quieta mirándolo por un momento mientras una lágrima le iba cayendo por la mejilla. Veía su piel blanca resaltar por encima de los coloridos dibujos de Spiderman que había en sus sábanas infantiles: su héroe favorito. 

Dibujó una pequeña sonrisa en su cara, inclinando la cabeza hacia un lado para poder ver la cara del niño desde la misma perspectiva. Se agachó y se colocó en cuclillas a un lado de la cama. Lo observaba con cariño y ternura, y a la vez con un terror enorme. Sentía querer abrazarlo fuerte, pero sabía que, de hacerlo, lo lastimaría. Le provocaría daño a causa de ese abrazo que con tanta fuerza deseaba darle y no se atrevía. 

 

  

Se quedó un rato más mirando sus ojitos cerrados y sus labios redonditos de color salmón. Una lágrima nueva asomaba ya por el otro ojo. Sintió ganas de echar a llorar dando rienda suelta a aquel doloroso sentimiento, mas no lo hizo. 

Suspiró hondo llenando su pecho con aquel olor infantil que llenaba la habitación. Acercó su cara a la frente del pequeño y la besó fugazmente, casi rozando sus labios con la fina piel del niño. La sintió fría, como siempre. El niño abrió los ojos poco a poco al sentirla, estiró sus 

finitos brazos para desperezarse y miró a su madre mientras este la sonreía: 

 ―Buenos días, mami ¡hoy es un día supergenial! 

―Hola cariño ―consiguió decir entre sollozos―, feliz cumpleaños mi amor. Hoy ya cumplirías trece años si no estuvieras muerto. Hoy ya serías un pequeño hombrecito si… 

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El misterio de lady Caleson 

Morgan Cook reparó en el sobre de papel de color crudo que vio tirado en el suelo de madera, justo después de haber entrado de la empapada calle al hall de su casa. Alguien había debido pasarlo por el hueco de la ranura que quedaba entre la puerta y el piso, al ver que nadie le abría esta después de tocar el timbre. O tal vez el portador de aquella carta ni siquiera hubiera llamado, para así conservar en todo momento el anonimato, dejándolo allí a la espera de ser recogido. 

Por un instante, le sorprendió que no lo hubieran introducido de forma directa en el buzón con el resto del correo. Tal vez, quién lo dejara allí, quería cerciorarse de que llamara bastante la atención, tanto como para que no pasara desapercibido entre el resto de cartas que el cajón destinado a ellas pudiera contener.

Pensaría que, tal vez depositándola allí con las demás, le robarían el protagonismo necesario a aquel rectángulo de papel. 

Morgan cerró el paraguas que no paraba de gotear mojando el elegante entarimado del piso. Lo soltó dentro del cilindro de latón decorado con imágenes de flores secas que se encontraba a su derecha, se quitó el sombrero y lo colgó junto con su levita, en el perchero de madera torneada que ocupaba gran parte de la pared del oscuro recibidor. 

Se agachó y cogió el sobre. Lo miró detenidamente durante unos segundos, pero la escasa luz que iluminaba la entrada de su casa, no le dejaba ver con claridad de qué se trataba. 

Entró en la sala que quedaba a su derecha; la que utilizaba a modo de despacho y en el que pasaba gran parte de su tiempo intentando resolver los acertijos de su día a día. Encendió la luz, echó otro leño a la chimenea y azuzó el fuego para generar un ambiente más cálido en la habitación. Se sentó en su sillón de cuero marrón frente a su escritorio. Encendió la lamparita de lectura, regalo de la Biblioteca Nacional de Londres, para observar con esmero aquel sobre. 

Quienquiera que fuese el que lo abandonó allí, había conseguido lo que se proponía; llamar la atención lo suficiente como para darle la prioridad requerida. 

El sobre no llevaba escrito el nombre de ningún remitente y tampoco indicaba el del remite. Era obvio que el portador de la misiva, quería guardar celosamente su anonimato, y que fuera tan solo el destinatario, el conocedor de lo que contaría la nota guardada en su interior, sellado con un lacrado de cera bermellón, sin estampado alguno. 

Abrió el cajón que había bajo el tablero de madera y sacó de él un abrecartas plateado. Rasgó el lacre con cuidado, sacó el trozo de papel doblado en tres partes iguales y a continuación comenzó a leer su contenido: 

La granja olvidada 

 Y mientras agonizaba en el suelo, ya casi sin sangre dentro de su cuerpo, oía muy bajito las palabras del individuo aquel, como si se encontrara a metros de distancia; en un tono dramático, poético y teatral le decía: 

 ―” ¿Notas cómo se te escapa la vida? ¿Sin que puedas con tus manos, parar el río de sangre que fluye de tu pecho? Todo se nubla, ¿verdad? Te llega el silencio…, y no puedes hacer nada… Rendirte. 

Ya no eres tan fuerte como pensabas que eras. No eres más que un cuerpo que se está quedando vacío y frío. Sin fuerzas para defenderte, y quieto…, que, en la vida, no posees nada más que un alma, y que esa alma te abandona lentamente, y te deja en el suelo tirado. Y caes en la cuenta, que ni el alma que te está abandonando, te pertenecía.  

No. Ya no eres tan duro. Ya no eres esa persona, que camina por la calle, cabeza en alto. Imponente, mientras el viento se aparta para que no te roce, ni tan siquiera. 

 

Ya nada importa. No tienes ni tu personalidad poderosa. Esa que te hacía comerte la vida, a veces a mordisquitos, a veces a dos carrillos; a manos llenas y, que parece, te costaba compartir. 

Aquí dejas tu cuerpo roto, tu ropa sucia, tu sangre caliente, tus momentos pasados y tus vivencias perdidas. Han podido contigo y has salido perdiendo. Ahora, incluso me das pena, donde antes me diste miedo. Pero solo un momento me diste miedo. 

 Luego, pude ver en ti aquella armadura que llevabas, esa que no te habías dado ni cuenta de que te quedaba grande. Y por los huecos que le sobraban, he podido ver tu punto débil. 

Intenta relajarte y disfrutar de este momento. Tu último momento. Ahora, intenta darte cuenta de que esa vida que tanto querías y, que se te está yendo, en realidad no la has vivido. Seguro que adivino los pensamientos que estás teniendo ahora; mientras notas cómo tu visión se oscurece. Veo un juguete, una comba; veo un beso en una mejilla que nunca le diste a nadie. Veo cómo todo el dinero que guardabas para comprarte algo bonito, ya no tiene ningún valor aquí y ahora. 

No temas; en breve ya no serás más que comida para mis alimañas, para mis insectos. Y abonarás mis campos con tu cuerpo podrido. Porque nadie va a venir a por ti. Nadie te recordará. 

Que no te importe la ropa rasgada que llevas; pronto no tendrá nada que cubrir. Supongo que se desvanecerá antes de que lo hagan tus huesos…, o tus huesos, alimenten a algún perro antes de que la ropa se pudra y desaparezca…, no lo sé, ¡No lo sé! Da igual; no sufras por ella. La ropa es solo la funda que oculta tus miedos, esos miedos que dejas salir a través de tu mirada sin darte cuenta. 

Gracias. ¿Te suena esa palabra? Suele darse cuando has hecho algo bonito o bueno por alguien; y así, tan breve y conciso, la otra persona te dice lo feliz que le has hecho. ¿Qué no la conocías? Nunca te acostarás sin saber una cosa más. En este caso…, en tu caso…, a punto de morir, mejor dicho, es: nunca es tarde si la dicha es buena… Porque llega tu hora. Redímete de tu arrogancia y aprovecha tu último abrazo. Abraza la afilada hoja de mi cuchillo. Aférrate con fuerza en tus últimos minutos a algo, a lo que sea, para no morir en soledad. 

Con cariño; quien te ha vencido; no me olvides.” 

  

11. ¿Quieres contarnos algo más sobre ti? 

Soy una persona muy sencilla. Me gusta la vida tranquila, irme a una casita que tengo en un pueblo de Ávila, junto al río a la montaña. Me encanta el olor de la leña quemada cuando hace frío. Creo que disfruto mucho de esos placeres de la vida que pasan, a veces, tan inadvertidos. Ver llover o escuchar una tormenta, puede ser una terapia de paz mental, para mí. Tener a mis gatos encima de las piernas, sentir su ronroneo. Disfrutar del jardín. Después de tantos años dentro de un traje y zapatos, creo que valoro mucho más todo eso. No tener una vida para trabajar, sino un trabajo que disfrutes, para poder vivir. 

12. ¿Qué otras aficiones tienes? 

 Pues me gusta mucho leer, pintar ―cuadros al óleo o dibujos a carboncillo―. También me gusta mucho la moda ―culpa de mi madre que es patronista y le hacía los vestidos a mi hermana― y aprendí a coser. Durante años he hecho vestidos para Barbie y algunos de ellos lo he llegado a vender, incluso en Italia. Mi mente no sabe relajarse y cuando no estoy con una cosa, tengo que estar con otra. Me encanta la jardinería e incluso, la limpieza de la casa me gusta hacerla como afición. 

13. Por último, ¿Dónde podemos encontrarte, tanto a ti como a tus libros? 

Para el tema de la venta de libros, como soy autopublicado, todos ellos están en Amazon.es, tanto en edición física como digital. Tengo ahí una página de autor, en la que pulsando el botón de seguimiento, se informa de nuevas publicaciones. 

En el tema personal en redes sociales, estoy más activo en Instagram. Tengo dos perfiles @abelbanda2 ―en el que trato temas del día a día más personales o privados― y @lagranjaolvidada, que lo uso para tema de literatura y para hablar de mis novelas.  También estoy en Facebook como Abel Banda, pero últimamente está muy abandonada. 

Si te ha ustado esta entrevista también te gustará la que le hicimos al escritor Raúl Lòpez Luján y a la escitora Aránzazu Vila Sanchis.