La Forma Musical
La Forma Musical
Hoy, me gustaría compartir con todos vosotros, algo muy curioso y fantásticamente perfecto, como es la forma musical.
Muchos os preguntaréis: ¿la música tiene forma? Desde luego que sí. La música tiene y contiene su forma en el aspecto físico, respecto a la métrica, duración y ejecución de las notas en una partitura, y también en el aspecto sonoro, es decir, en las alturas, intensidades y en la espacialidad de los tonos o frecuencias.
Vamos a comprender juntos parte de la terminología musical, para que podamos ver esa forma en su plenitud.
Como todas las cosas, en nuestras vidas, en nuestro mundo y en nuestro entorno, existe físicamente el concepto de lo que llamamos el tejido espacio/tiempo, que está distribuido en cuatro dimensiones: tres espaciales y una temporal.
Ese concepto, es indisociable e intrínseco, dispuesto para que podamos apreciarlo todo completamente, con nuestros sentidos.
Al igual que existe un rango de frecuencias, para poder ver todo lo que nos rodea, a través del sentido de la vista, con sus colores y su apariencia, en forma de imagen; el sonido, en su estructura, disfruta de las mismas propiedades. Por ejemplo, mientras una silla puede ser alta o baja, y tener un color brillante o mate, un silbido puede ser agudo o grave, y tener un color estridente o cálido.
¿Qué es un rango frecuencial o banda de frecuencia? Es el intervalo delimitado por una frecuencia en su punto más bajo y una frecuencia en su punto más alto, donde se distribuye la amplitud de un espectro o fenómeno ondulatorio, bien de carácter sonoro, luminoso o de radio y TV (espectro electromagnético y espectro radioeléctrico).
De ahí, que la luz y el sonido, se muestran en forma de onda y de partícula, por lo tanto, son energía y materia (fotón-quanto).
Dependiendo de la frecuencia en la que se encuentre el sonido, se puede decir que es más grave o más agudo. La unidad de frecuencia, se mide en hercios (Hz), y el oído humano, tiene la capacidad de escuchar desde los 16Hz hasta los 20kHz, aproximadamente.
Ello depende de cada persona y de cada oído. La intensidad del sonido, se mide en decibelios (dB), y en conjunto con la frecuencia, es lo que hace que el sonido pueda ser más suave o más duro.
En la música, no es conveniente sobrepasar la línea de 0dBs, ya que éste es el punto de saturación, y es donde las ondas empiezan a perder la forma redondeada, y que es lo que hace que nuestro oído se resienta con sonidos estridentes.
Si a estas dos dimensiones, rango frecuencial o altura, e intensidad o longitud, le sumamos la disposición natural de nuestro oído en estéreo (L&R), que nos permite situar donde se encuentra una fuente de sonido determinada y nos proporciona la anchura, ya tenemos las tres dimensiones espaciales, completando así con la duración del sonido, la cuarta temporal.
Para expresar un sonido en nota musical, se crearon los lenguajes musicales. El más conocido, es el método del solfeo, que junto con la armonía, nos hace que podamos conocer la música en toda su perfección. Las distancias entre las frecuencias, las alturas y tesituras en toda la variedad de instrumentos, y que podamos fundir sus sonidos tan distintos en uno solo, homogéneo.
Los sonidos de los instrumentos de cuerda o de viento, han ido evolucionando con el paso de los siglos, para convertirse en tonos limpios y característicos, con su propia naturaleza y con materiales muy depurados que los hacen reconocibles al oído humano.
Estos instrumentos, se inventaron para imitar a la voz humana, ya que antes, el privilegio y la capacidad del aprendizaje de canto, estaban reservados para unos cuantos y no era abundante, por lo que un refuerzo con estos sonidos, era más que necesario para que la música, obtuviera una textura más definida.
Al escribir la música, se utiliza una línea temporal y en una sola dirección, por lo que la métrica es muy importante para dar un sentido a las notas en un solo instrumento, y en conjunto para con otros.
Podemos encontrar dos dimensiones más, entendiendo cómo escribir dentro de esa línea temporal que siempre avanza, bien con notas sucesivas, que van una detrás de otra y nos proporciona la anchura, o bien con notas simultáneas o acordes, que nos proporciona la altura en nuestra percepción espacial, ya solamente nos falta la longitud, que una vez más nos la aporta la intensidad, aquí representada con líneas y signos de expresión.
Hay un ejemplo, en el cual se puede comprender con la imagen de una obra de Johann Sebastian Bach, como la música tiene una forma clara y definida, utilizando las cuatro dimensiones tanto en la escritura como en el sonido. La obra se llama: El Canon del Cangrejo, y está representada en una cinta Moebius. Una obra increíblemente escrita por un genio y que desarrolla la técnica tan maravillosa como es el Contrapunto. Podemos apreciar, como desde una sola línea, se crea una polifonía perfecta y acorde en las cuatro dimensiones.
Si a todo esto, le sumamos la importancia de lo que es el sentimiento en la música, podremos decir que es cuando se halla la perfección. Tan importantes son las técnicas y recursos musicales, como las sensaciones que se deben aportar en cada momento de una obra. Por ejemplo, un punto de clímax o de énfasis, o bajar el tempo en una parte determinada, puede hacer que una canción, sea completamente diferente si no lo haces. Esa es la riqueza en todo ello: etéreo, pero definido a la vez…
La armonía musical, nos proporciona el sentimiento, simplemente con los cambios en las alturas de los acordes, los grados o intervalos, definidos por Pitágoras. El movimiento musical con las funciones tonales: Tónica, Sub-dominante, Dominante y vuelta a Tónica; origina: Reposo, Movimiento (Semitensión), Tensión y Relajación. Es el pilar fundamental de cualquier canción de los diferentes géneros musicales hasta hoy, y ese intervalo, es el más utilizado en la historia de la música, es lo que se llama “good vibrations”.
Una vez más, me doy cuenta de que la música, es algo fantástico en lo físico y en lo místico, y que siempre se descubre algo nuevo cada día que pasa.
Puede que, a partir de ahora, podamos “ver” y escuchar la música, de una manera diferente a como lo hacíamos antes, siempre con sentimiento y con emoción, y que tengamos esa percepción de que la música tiene forma, esperando que nos asalte en otro momento la sorpresa por conocer algo más con ella.
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